Pocas ciudades del mundo tienen mejor calidad de vida que Ciudad del Cabo, una suerte de California en el sur de África. Sin duda ayuda a que esto sea así su clima mediterráneo, que tenga montañas vertiginosas por rascacielos, playas de arena blanquísima y reservas naturales e impolutos viñedos en los suburbios. Si has llegado hasta aquí, date al menos dos días.
También puede presumir de una acogedora atmósfera liberal que impregna desde la gastronomía hasta la arquitectura. Hay mucho que ver y hacer. El centro histórico, marcado por el mestizaje, lo es también de negocios. Desciende hacia el Waterfront en una sucesión de hitos que resumen el pasado reciente del país y depara fantásticas compras. En esos antiguos muelles rehabilitados encontrarás algunos de los mejores hoteles y restaurantes, pero querrás ir más allá.
Y quizá lo mejor de Ciudad del Cabo es que abundan los planes a tiro de piedra: la reserva natural del Cabo de Buena Esperanza, los viñedos de Constantia, los cuidados jardines de Kirstenbosch… Y como colofón, los atardeceres sobre el mar, que inundan de rojo la ciudad.