Istria. La Toscana croata

Pula, Buje, Hum, Motovun, Brioni, Bale

Experta
Rosa Mascarell

La influencia italiana en Croacia es evidente; no en vano, la costa dálmata fue durante siglos territorio de la Serenísima República de Venecia. Todo eso queda particularmente patente en la península de Istria, que se ha llamado con buen criterio la Toscana croata. Por sus pueblos, por el paisaje, por sus vinos y por el gran tesoro que crece bajo tierra: la trufa blanca. Que solo se encuentra en la Toscana y aquí (a mejor precio).

La ruta que proponemos, plena de sabor, arranca en Bale, pueblecito que nace de un ‘castrum’ romano levantado sobre una colina y que con posterioridad fue la plaza de dos grandes familias, como atestiguan sus palacios. En Rovinj, puerto pesquero en el que las casas se apiñan unas a otras con muchísimo encanto, sus calles adoquinadas te conducirán a la iglesia de Santa Eufemia, identificable por el alto campanario que domina el perfil urbano de esta ciudad con tanto encanto.

Visitarás también Buje, pueblo medieval conocido como la Atalaya de Istria, pues su colina fue un punto estratégico para dominar las rutas hacia Eslovenia e Italia. Será el momento de probar los excelentes vinos regionales, los Kozlovic, Kabola y Benvenutti, donde la sedosa malvasía es la reina de los blancos y el estructurado teran se aúpa como el rey de los tintos. El itinerario sigue hacia la ciudadela de Hum, que con sus 17 habitantes es la ciudad más pequeña del mundo según el libro Guinness de los récords. Otra curiosidad: conserva el fresco más antiguo de Croacia, que data del siglo XII. De regreso, visitarás Motovun, también en un alto, desde cuyas murallas divisarás la costa dálmata como despedida. 

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Pula
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