Si hay un territorio mítico de verdad en Inglaterra ese es el condado de Cornualles, Cornwall en inglés. Situado en la barbilla del país, es el lugar de nacimiento del rey Arturo, donde aún perviven las leyendas celtas y los puertos cobijan a pequeños barcos de vivos colores. Es cierto que ya no se vive de la pesca de la sardina ni de las minas de estaño: el turismo ha venido para quedarse como en tantos otros sitios. Pero las esencias se mantienen como en pocos otros lugares. Además de que ese paisaje de acantilados y playas de arena blanca sabe protegerse a sí mismo. El Atlántico, aquí, tiene fuerza propia.
Newquay se ha convertido un destino ineludible para los amantes del surf. St Ives atrae por sus galerías de arte, también por sus playas y por las famosas empanadas de Cornualles. Más allá, encontramos el paisaje minero de St. Just, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, el Finisterre británico, un espectacular teatro con el mar como telón de fondo, un pequeño Stonhenge (más recogido, más místico) y una versión inglesa del Mt. Saint Michele. ¿Se puede dar más? Pues sí, porque en términos gastronómicos hay que resaltar que se trata de uno de los rincones más apetitosos del Reino Unido.