Nápoles y Costa Amalfitana. La autentica ‘dolce vita’
En Nápoles el Mediterráneo no ha perdido un ápice de su auténtica esencia. La capital de la región de Campania es caótica, aristocrática, vive a pie de calle… Y funde la belleza de muchos siglos de esplendor en una atmósfera que es tan decadente como eléctrica y alegre. Sería por tanto un error garrafal que pasaras de largo camino a Pompeya y la Costa Amalfitana. En este caso hablamos de dos de los lugares que guardan más papeletas para provocar el mal de Stendhal. Por mucho que hayamos oído hablar de ellos, son obligados de ver al menos una vez en la vida.
Descubrirás el esplendor de Roma casi intacto en Pompeya y Herculano, de donde siguen saliendo tesoros que maravillarán a los adictos a aquella época tan determinante en nuestro devenir como civilización. Es el caso del recién abierto Thermopolium, el ‘fast food’ de la época. Ya en la costa Amalfitana, hoteles palaciegos, playas privadas y magníficas tiendas nos harán recordar por qué subyugó esta costa tan intrincada a tantos escritores en la época del Grand Tour (Byron, Goethe, Dickens, Tolstoi…).
En Capri se riza aún más el rizo: elegantísimas villas cuelgan de los acantilados envueltas en buganvillas y glicinas, y parece como si a los árboles les hubieran hecho la manicura. Y si Wagner inventó en Ravello el espectáculo total, sin duda algo tendrá que ver este entorno como inspiración. Como guinda de este suculento pastel relleno de casi todo, deberías darte otro atracón arqueológico visitando Paestum, pues conserva incólume dos grandiosos templos.